Todas las contradicciones de la época acechaban a los 091 de la segunda mitad de los años ochenta. La tensión entre unas canciones agrestes y vigorosas y una compañía empeñada en domesticarlas, la mutua incomprensión entre los artistas y la incipiente industria, la desconfianza nacional hacia el rock. Nada contribuyó a allanar el camino de la banda granadina, pero la razón estaba de su lado. Es por ello que en aquellos años en que 091 grabaron para Zafiro alumbraron muchas de las mejores composiciones de su carrera, y muy posiblemente, algunas de las más emblemáticas de una época no precisamente improductiva.

 

091 recuperan y revisan esa fértil etapa en una reedición de los cuatro discos de la época de Zafiro, que presentan en una caja con los cuatro CD titulada Este es nuestro tiempo. 1986-1991 y también con los vinilos de cada uno de esos cuatro discos por separado. Todas las canciones han sido remasterizadas y las portadas han sido actualizadas, lo que significa cambios en tipografías, sustitución de elementos que no eran del gusto de la banda y, en el caso de Más de cien lobos, la elección de una totalmente nueva. Los vinilos (Más de cien lobos,  Debajo de las piedras, Doce canciones sin piedad y El baile de la desesperación) llevan incluidos sus respectivos CD y las letras. La caja de los CD, mientras, se complementa con sendos libretos con fotos inéditas y textos de Eduardo Ranedo que ponen en perspectiva cada uno de los álbumes.

 

Ahora que 091 celebran con una gira el vigésimo aniversario de su disolución, los textos de Ranedo son de especial ayuda para entender no solo la verdadera importancia de 091 en una época crucial para la música española, sino también las contradicciones e incomprensiones que lastraron su carrera. En medio de la emoción que ha causado su regreso, con su exitoso concierto de presentación en el festival Actual de Logroño o la desaparición en apenas un par de días de las entradas para su triple concierto en la Joy Eslava de Madrid, el veterano crítico ejerce de biógrafo y da las claves de por qué esta reedición se acerca a lo que el grupo quiso ser.

 

Porque 091 quiso ser más rock, pero no le dejaron. Al menos al principio. Recién escapados de Discos DRO, donde no se sentían apreciados, aterrizaron en una Zafiro empeñada en limar sus aristas. Hasta el punto de imponer a su primer álbum para la compañía, Mas de cien lobos (1986), una desastrosa portada (afortunadamente descartada en esta reedición) y una remezcla a sus espaldas distinta de la que había dirigido un Joe Strummer recién instalado en Granada. La nueva versión del álbum subsana parcialmente aquella tropelía con una remasterización que parte de las mezclas originales del fundador de The Clash, para añadir como guinda una cara B como Por ti en la oscuridad y un tema inédito Solo es un juego, que mezclan bien con clásicos como Escenas de guerra o En la calle.

 

Más acusada fue la distancia entre los deseos de la banda y los de su compañía en su siguiente trabajo, Debajo de las piedras (1988), paradigma del maltrato en el estudio. Frente a su deseo de autoproducirse, se les impuso al productor Carlos Vázquez, Tibu, bajista de Banzai y colaborador en discos de Ramoncín, Manzanita o Mari Trini. “Aparece un LP que resulta estar a años luz de lo que merecían las canciones”, resume Ranedo. La nueva versión, que incluye la cara B Solo hago sonar mi guitarra, quizás no repare los errores del pasado, pero ayuda claramente a hacer justicia.

 

Los Cero lograrían sonar por primera vez a los Cero en Doce canciones sin piedad (1989), fruto de un momento creativo especialmente interesante, al que contribuyó el regreso (temporal) de Antonio Arias al bajo y la recuperación de su formación clásica. Fue un álbum reflexionado, variado y lleno de matices, que echa sus raíces en el punk de sus orígenes, pero que incluye su primer tema acústico (Nadie encuentra lo que busca) y reparte joyas pop de melodías exquisitas (En tus ojos, Esta noche). Un disco rotundo, citado con frecuencia entre los mejores del rock en español.

 

La tetralogía se completa con El baile de la desesperación (1991), que supera con nota la difícil prueba de tomar el relevo de Doce canciones sin piedad. Facturado tras el segundo abandono de Antonio Arias, es un álbum que, como explica Ranedo, propone “una desbordante riqueza lírica envuelta en rock and roll de cemento armado”. Con la colaboración de Chris Wilson (Flamin’ Groovies, Barracudas), el cuarto y último álbum para Zafiro fue el gran tapado de la época, olvidado entre la tradicional pugna entre su antecesor y el que le seguiría, Tormentas imaginarias, como candidatos a su obra definitiva.

 

Los mejores años de 091 merecían una revisión como ésta. Sea para descubrirlos, sea para revisarlos o, simplemente, sea para hacer justicia a unas canciones tan emocionantes.