En 1954, cuando grabó sus primeras canciones, María Dolores Pradera era una actriz que cantaba. Consagrada ya en el teatro y con más de 10 películas en su haber, todo se reducía a una pequeña afición que empezaba a ocupar su tiempo con actuaciones esporádicas en la boîte Alazán de Madrid. Trece años más tarde, tras una estela de grabaciones para los sellos Columbia y Zafiro, María Dolores Pradera era ya la gran señora de la canción: una cantante con todas las letras que ya solo podría dedicarse por completo a su pasión musical. Los cimientos estaban puestos para que se convirtiera en una de las intérpretes españolas de mayor fama mundial, la gran difusora de la canción popular latinoamericana y española.
 
Todas las grabaciones de aquellos años de formación, primeros triunfos y consolidación de la gran artista madrileña aparecen por primera vez recopiladas y remasterizadas en Orígenes, un doble CD con 50 piezas que se publica este 30 de septiembre y que resume la transmutación de la actriz en cantante. Desde Alhambra y tú, su single de debut, con el que promocionó la película Todo es posible en Granada, hasta No me digas que no, de los zares de la copla Rafael de León y Antonio López Quiroga. Y en medio, por supuesto, y entre tantísimas otras, La flor de la canela, de la peruana Chabuca Granda, que en 1961 cambió el rumbo de su carrera y le permitió ingresar en el olimpo de los maxivendedores.
 
La recopilación, que conmemora el 60 aniversario de la publicación de aquel Alhambra y tú de su debut, permite observar la evolución de su personalidad ante el micrófono, con esa voz grave y contundente y esa gestualidad elegante y contenida que se atreve con el pasodoble, la canción tradicional española, la ranchera, el bolero, el fado… Respaldada primero por orquestas, de aquellas que acompañaban a los cantantes cuando no había aparecido aún en España el concepto de grupo o conjunto, y más tarde por sus inseparables Los Gemelos, Santiago y Julián López Hernández, arquitecto uno y el otro matemático, su escolta durante 30 años. Con ellos perfeccionó un sonido propio, personal e intransferible: el sonido María Dolores Pradera.
 
Uno de los grandes méritos de Pradera ya en aquellos años, además de su voz y de su elegancia en el decir, consistió en una habilidad que pocos intérpretes poseen: la de encontrar el repertorio más hermoso y que mejor iba a su timbre tan particular. Y así queda plasmado en una colección de canciones como la de este doble CD, que presenta tanto las grabaciones realizadas para Columbia, el sello que la descubrió, como las de Zafiro, el que creyó en ella no como actriz que canta, sino como cantante de cuerpo entero. A pesar de que por aquel entonces, 1960, mantenía una triple actividad artística debido a su también intensa dedicación al cine y el teatro.
 
Pese a que su éxito con la canción cruzó el océano, la también triunfadora actriz nunca ha querido renunciar por completo a la interpretación dramática. Aunque, como sostiene José Ramón Pardo en el libro que acompaña este doble CD: “nosotros sus rendidos admiradores pensamos que donde mejor se expresa no es en un escenario de teatro, sino al lado de sus inseparables, entonces, Gemelos, y de sus músicos actuales”. “Es ahí donde aparece lo mejor de la Pradera. Con su perfecta afinación, su expresiva dicción, su talento interpretativo y, sí, sus chales de diversos colores, que van jalonando su viaje musical por Perú, México, Argentina, Chile, Colombia, Cuba y, sobre todo, España”.
 
Esas son las credenciales de la gran señora de la canción, un superlativo que, sostiene Pardo, se queda corto ante una carrera repleta de éxitos cuyos comienzos quedan recogidos en esta edición.