“Balada do país que doí” se construye a través del diálogo que Carminho provoca entre instrumentos de familias tan diferentes como una guitarra portuguesa, una guitarra eléctrica y el Cristal Baschet, entre su voz y otras voces (que en realidad es su propia voz multiplicada). Diálogos que atraviesan diversos tiempos: los tiempos de la historia y de la tradición del fado, de sus compositores, letristas e intérpretes, pero también los tiempos de las disciplinas de la música y de la poesía.

En ese recorrido, por el cual somos conducidos por Carminho, aprendemos que el tiempo de la música no es un tiempo cronológico marcado por calendarios y horas del día, sino una temporalidad construida por las notas y por las texturas sonoras, nacida de las palabras escritas por Ana Hatherly y luego dichas y cantadas por Carminho. A ello se suma el tiempo de quien escucha esta Balada, la repite, tararea y guarda en la memoria.

Balada es un fado construido a través de la superposición de capas de tiempos que dialogan entre sí, que ponen en relación el antes y el ahora, lo antiguo y el instante presente, y que dan inicio a un proceso dialéctico de diálogo. Y es este ir y venir entre diferentes tiempos, palabras y sonidos heterogéneos lo que marca no solo este tema, sino que recorre subterráneamente todo el nuevo disco de Carminho.

Nuno Crespo, crítico de arte